Pentecostés.
Las cinco decenas. Cincuenta días… Es la irrupción poderosa de lo divino en lo humano.
Para los judíos es la fiesta de las siete semanas, una de las más grandes de su calendario, porque conmemora la entrega de la Ley a Moisés en el Sinaí, estando el pueblo de Dios reunido al pie del monte, como lo escuchamos ayer en la lectura del Éxodo en la vigilia vespertina. Pentecostés significa después de la Pascua el día en que el judío recuerda lo unido que está Dios con su pueblo porque le ha dado el regalo de su Ley inmortal. Según las profecías, no sólo los judíos sino todos los hombres han recibido la Verdad que puede guiar sus pasos y cambiar su vida para siempre. ¡Y realmente así ha sido! ¿Quién puede negar que los mandatos del Señor no han sido orientación segura para millones de personas de todos los tiempos?
Pentecostés.
Es la fuerza del Espíritu Santo que impulsa a los apóstoles a llevar el Evangelio a los confines del mundo.
Ayer el pueblo de Israel estaba reunido al pie del monte Sinaí. Hoy los apóstoles y María, como nos recuerda san Lucas en los Hechos, están reunidos dentro de la sala del cenáculo. Ayer. la montaña se cubrió de la nube poderosa llena de relámpagos y truenos. Hoy la presencia potente de Dios se manifiesta con un viento recio y unas llamas de fuego se posan sobre cada miembro de la naciente Iglesia de Cristo. Ayer las tablas de la Ley se escribieron con el dedo de Dios sobre la piedra. Hoy la Ley Nueva de la Gracia penetra los corazones de los discípulos…
Ya no habrá fronteras, ni límites, ni barreras sociales,… El Amor divino todo lo puede alcanzar. Desde Pentecostés ya no habrá nación, raza, o cultura que no conozca a Jesucristo y pueda llegar a decir: “Es el Señor”. La Luz de Cristo se ha proyectado sobre cada rincón de la tierra.
Pentecostés.
¡Dios mío qué grande eres!
Así canta hoy el Salmo y todo se puede aplicar al Espíritu Santo en su grandeza. A la tercera persona divina, le hemos conocido con sus manifestaciones sencillas de viento, paloma o llamarada. Pero es la persona-Amor. Es la fuerza de toda vida, Señor de la Vida,… donador de toda vida. Capaz de repoblar la tierra, y sus obras de gracia en el mundo son incontables: cuántas personas han vivido llenas de caridad por los demás, cuántos están haciendo heroicidades por personas que no conocen, cuántos artistas han llenado y están llenando de belleza el mundo, cuántas melodías han sido compuestas para consolar los corazones heridos, cuántas palabras de verdad y justicia se están pronunciando en estos momentos, cuántas almas están enamorándose de Cristo, cuántos jóvenes están siendo llamados a una vocación religiosa, cuántos están abrazándose para siempre en matrimonio, cuántas congregaciones, asociaciones o movimientos se han creado en la historia de la Iglesia, cuántos vuelven a la fe o encuentran el perdón para su historia, cuántos son llevados a la vida eterna por su bautismo, cuántos están recibiendo la divinidad de Cristo en la Eucaristía,… ¡Cuántos santos han llegado ya al Cielo! ¡Cuántos milagros silenciosos se realizan en todo el Universo! ¡Es Él! ¡Es Él! El Espíritu del Padre y del Hijo. ¡Dios mío qué grande eres!
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