Asunción de Nuestra Señora de Utiel

Gamaliel tenía sentido común, y un especial instinto espiritual más bien ausente en sus colegas del Sanedrín. Este gran personaje es ni más ni menos que el maestro de Saulo de Tarso (del que no hablaremos ahora). La coletilla que añade al final el maestro fariseo le da un toque más elevado al modo de tratar el asunto, salvando el honor de una institución que, por naturaleza, debería velar ante todo por la gloria del Señor: «si es cosa de Dios, no legraréis destruirlos, y os expondríais a luchar contra Dios». Aún así, nada evitó los azotes a los apóstoles.

De las contradicciones que podemos experimentar en la vida cristiana, sin duda la peor ?desde el punto de vista externo? es la de quienes buscando la gloria de Dios, azotan sin saberlo a quienes hacen verdaderamente su voluntad. Estos días lo contemplamos en primera fila en todos los relatos de la Escritura: desde la semana previa a la semana santa, ya Jesús estaba teniendo sus más y sus menos con quienes buscan acabar con Él: fariseos, saduceos y escribas ansían quitarse de en medio al molesto galileo. Estos días de pascua, de la mano de Lucas, estamos siguiendo el relato de las primeras predicaciones apostólicas. Y el resultado es el mismo que con Cristo: el Sanedrín enfoca sus esfuerzos a acabar con la molesta presencia de los discípulos del carpintero de Nazaret. Lejos de amedrentarlos habiéndose quitado de en medio a su Maestro, resulta que ahora han multiplicado, cual hidra, los focos del fuego que pretendieron apagar.

Lo más lamentable es que los relatos de la Escritura dejan patente ?como queriendo dejar una gran enseñanza para el futuro?que su persecución se fundamenta en la rabia, la impotencia, la envidia y otros muchos pecados feos que no hacen sino enturbiar más aún los corazones de quienes debieran representar la luz de Dios en el máximo órgano de gobierno espiritual del pueblo elegido.

Cosas de la divina providencia, tan peculiar como siempre: en la vida de innumerables santos encontramos una causa de virtud heroica precisamente en cómo han hecho frente con serenidad y nada de rabia, ni ira, ni odio, ni nada que se le parezca, a las tropelías que, quizá con intención recta pero errónea, han obrado sus superiores o de quienes dicen ser fieles al Maestro. Esta peculiar cruz hace santo a cualquiera… Uno de los episodios más rastreros ?aprendamos la lección, que no es poca? es cómo pusieron micrófonos a San Pío de Pietralcina sus propios hermanos de comunidad. No es lo más importante en la vida de un santo de la talla del P. Pío ?recomiendo leer hagiografías suyas, que nos ayudan a comprender por qué es un gigante?, pero reconozco que toca aprender, y mucho, esta lección.